Yo no buscaba actrices para realizar obras
no escritas, mucho menos iba a estar a buscando amores eternos que ni sabían
que existían. Yo no era el solitario que no había encontrado el amor frente a
un puente divagando si saltar o no al vacío de la cotidianidad. Ella llegó. Yo
quería ordenar mis sueños de papel. Yo tenía 21 descarados años con una maleta
llena de sueños que ni sabía estaban embalados. Yo era inseguro y cobarde, y me
entendía así, comprendan, los valientes dirán que deben existir los cobardes para saber quien escribirá
la historia. Yo no buscaba besos de valor. Yo no buscaba rebeldía en mi vida,
mucho menos en el cabello revuelto que adornaba su sonrisa. Yo no tenía voz,
pues algún silencio habría que haber en esta vida. Formas de comunicarme experimentaba
y llegó ella. Yo no sabía escribir, pero tampoco buscaba manuales de
ortografía, musas en las que no creo, yo buscaba maneras de enfrentar el
trabajo de juntar palabras, y ella estaba ahí. Yo no buscaba cómplices, maneras
para morir los diciembre y resucitar los abriles, socios para noches de luna.
Yo no buscaba la muerte perfecta que no es otra que entregarte ciegamente y sin
fin. Yo no buscaba entender los sutiles matices, tazas de café perfectas. Tuve
suerte, ella estaba ahí. Yo no buscaba escribir estas tonterías. Yo no buscaba
el perdón, cofres para guardar el temor, yo no buscaba donantes para mi
hemorragia de confusión. Yo no buscaba vendas sacadas de su piel para cubrir
las heridas conseguidas en ensayos con aquellos que el teatro es el pasatiempo
de turno. Yo no buscaba un país pues tenía uno, y ahora ella es mi mapa
perfecto que limita de norte a sur con mi cuerpo. Yo no buscaba esa sonrisa,
esa mano siempre tibia, ese enfado, ese silencio sagrado. Yo no buscaba esa
salsa para pasta hecha con nada y de la nada. Ella apareció como aparecen las
personas que de alguna manera siempre han estado ahí. Yo no la buscaba, tuve
suerte. Ella llegó.
Caracas. Noviembre 2018.
Caracas. Noviembre 2018.
No hay comentarios:
Publicar un comentario