viernes, 8 de diciembre de 2017

Si fuera candidato.



No es una crítica, un rechazo a ese oficio, es que no me gusta para mí, como muchos otros trabajos, pero eso no me hace tener algo en contra de esa profesión. No inventen queridos amigos. Por ejemplo, el ser médico es una maravillosa profesión ¿verdad? Pues yo nunca habría sido eso. Y es una labor maravillosa. Su principio es salvar vidas, curarlas, ayudar, en fin. Todo eso es bueno, pero no me veo en esa actividad. Pero no significa que tenga algo en contra de los médicos. Expongo esto para explicar un punto. Bien. Creo que nunca habría sido político. Pero aplica lo mismo que con los médicos, no tengo nada en contra de ellos, al menos nada de lo que algunos puedan pensar. Seguramente es una profesión para la cual hay que tener vocación de servicio, de ayudar y todo eso, pero yo, no sé, no me veo, nunca me he visto. Realmente, desde los 13 años –aproximadamente- no he querido ser otra cosa que no sea teatrero, he pagado el precio, pero no los fastidiaré con eso, lo haré con otra cosa. Ya quedó claro, que sin tener nada particular en contra de ellos, no sería político, como tampoco sería médico, y probablemente tampoco sería bombero y policía, y estamos claro que todas estas profesiones son muy importantes y valiosas, que requieren de personas especiales y comprometidas. Ahora, si por alguna razón inexplicable de las que pasan en el mundo, un día despierto en una extraña película de la vida real y me viera en el mundo de la política, y peor aún, me encontrara en la difícil posición de estar compitiendo por algún cargo de elección popular -el que sea-, es decir, tener que salir en público para decirle a la gente que voten por mí por qué “yo soy el tipo”, caramba, que difícil. Creo que no tendría ninguna oportunidad de ganar, entendiendo los cánones de campañas electores, incluyendo a los electores, pues daría una orden estricta para todo aquel que –por alguna extraña razón que ellos sabrán- me acompañe en semejante tarea, a la discreción. Lo cual, entiendo me condenaría. Seguramente, sería firme y decidido –eso es otra cosa-, pero discreto, respetuoso, sincero. Sin jingles de campañas, afiches multicolores, y esas cosas. Sé que no descubro que una rueda en bajada va más rápido, que muchos políticos en el mundo han realizado campañas sin canciones pegajosas y toda esa parafernalia. Pero yo, en estos tiempos, andaría con discreción, austeridad –sé que todos lo dicen- y sin camiones por ahí con enormes cornetas, sonando música a todo volumen promocionando mi candidatura. No calumniaría a nadie, y no por rabo de paja -que no tengo-, es que no quisiera llegar a ningún puesto por desacreditar a alguien, no quiero ser “el menos malo”, el que llegó por los errores del otro, por un desliz ventilado, no quisiera caer en eso de: “la política es así”, en eso de: “en la guerra todo se vale”. Y quién me difame, y entiéndase por difamar el decir algo grave contra mi, pero absolutamente falso, solo con el objetivo de ganar la elección sin importarle el daño que pueda causar a terceros al decir mentiras amparado en eso de que: “la política es así”, se tendrá que atener a lo que ley diga, pues la usaría para defenderme, y por los canales regulares, aunque salga con las tablas en la cabeza, y la ley que deba protegerme no lo haga. No es una bravocunada, por favor, es sentido común y respeto ¿Me explico? Seré muy rencoroso, pero no espere el compañero que al final de la campaña nos tomaremos un café para hacer las pases por qué la “política es así”, después que familia y amigos pasaron la vergüenza de verme en envuelto en calumnias y mentiras, que solo buscaban promocionar a algún candidato desacreditando al hijo de Ana María, pues, “así es la política”. Qué asuma su responsabilidad como yo asumiré la mía. Sería un candidato de esos que, no sé, de esos que dan la mano con el mismo peso de un contrato firmado ¿Se entiende? Por más trapos sucios que sepa de alguien, no lo usaría, pues me concentraría en lo que yo pueda ofrecer. Obviamente no tendría ninguna oportunidad, pues le dejaría claro a los que me acompañen, que sea cual sea la situación, no podemos decir ninguna mentira, ni medias verdades. Ni discursos estratégicamente pensados para decir cosas ambiguas que hacen entender al elector otras. Disculpen el lugar común, pero no prometiera nada que no se pueda cumplir, y si hay cosas muy difíciles de cumplir, pero no imposible, así mismo lo explicaría, pero no por engaños, ni filigrana, no, lo dijera así mismo. No buscaría frases con pegada, y esas cosas, entiendo el fin, pero buscaría explicarme de otra forma, no sé ¿Con la verdad?, sé que estaría perdido, pero así intentaría hacer las cosas. No sé como haría, pero no pegaría un solo afiche en ninguna pared, ni colgaría pendones en ningún poste, ni nada de eso. No sé como me promocionaría, pero sé que eso no lo haría. No fuera un falso optimista con sonrisitas fingidas ni nada de eso. Pocas veces sonrío en fotos, no voy a venir a sonreír ahora. Eso sí, no puedo decir que no besaría bebes en la calle, pues quienes me conozcan un poquito saben que adoro a los bebes. Me perdonarán esa. Comprometería a todos los que –por alguna razón que no puedo entender- estén conmigo a un acto sobrehumano de honestidad, prometiendo el tratar de hacer las cosas bien y de manera asquerosamente transparente. Les comprometería a asumir la responsabilidad de sus actos. No sé. Respondería preguntas, las que sean, y concretando, pero tampoco sin que me estén apurando, y cada vez que un periodista me diga –Respóndame esto con la verdad- Le diría. -Claro ¿De qué otra forma puedo responder?-. Con todo respeto a los que hacen eso, y a los que ofrecen el legítimo servicio, pues entiendo que es parte del asunto, pero no tendría asesores de imagen ni nada de eso. Seguramente me asesoraría con alguien sobre temas que competan al cargo que aspiro, pero en el ámbito estricto de los problemas a resolver. Dejaría claro a familiares, amigos y conocidos, que bajo ningún concepto los favoreceré –de ser increíblemente electo- en nada que no sea un derecho común y corriente al que tengan acceso todos por igual. Respetaría el protocolo de las cosas, pues lo podría entender, pero trataría en lo posible de eliminar actos públicos, y esas cosas, no sé como decirlo, trataría de dedicar todo el tiempo en trabajar en resolver los problemas de la competencia al cargo, más nada. Sé, y entiendo lo complejo del asunto. No estoy descubriendo el agua tibia, pero trataría de ser muy normal, discreto. No haría chistecitos de campaña, ni dármelas de simpático, creo que saldría a buscar el voto, casi con pena, como pidiendo disculpas, no por qué no me valore, por complejo, es difícil explicar, pero no entiendo a tanto candidato -de cualquier tendencia- con cara de “aquí no pasa nada”, “yo no tengo la culpa de algo”. Con un optimismo extraño, prometiendo cosas ya prometidas y que para colmo no son de su competencia, prometiendo especialmente soluciones que nunca llegan, no sé. Lamento mucho si otros lo han hecho de esta manera que intento explicar aquí, salieron victoriosos y resultaron más de lo mismo. Lo lamento. Yo hablo por mí. Tranquilos, es un ejercicio de imaginación. Es que me tiene podrido el camión que pasa por mi casa cada 10 minutos, con música de reguetón, a veces con gaita, invitándonos a unas bellas navidades si votamos por fulanito. Lo de mis navidades lo resolveré con mi esposa, mi mamá y mi familia. Realmente, y con todo respeto, no tengo la más minina idea de qué lleva a una persona a postularse a un cargo de elección popular. Seguramente, algún político, en su legítimo derecho de aspirar a un cargo público, pensará ¿Qué tiene ese señor en la cabeza para querer estar escribiendo obras de teatro?

Paúl Salazar Rivas Diciembre 2017.
Caracas; Venezuela.

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